Corazón en soledad

Así aprendió a latir, como un sonido en el espacio incierto del porqué. Fue y sigue siendo el generador de vida  de este continente limitado, frágil, apenas perceptible por la delgada sombra que proyecta ser materia en este mi cuerpo pequeño. ¿Se pueden contar los tic tacs desde el momento de su inicio? No. llegan casi al inconmensurable infinito durante una larga vida como la mía. Digo extensa porque los dos estamos cansados de la marcha: mi corazón y yo.

Tengo en mi haber todos sus estados de aceleración o detenimiento. Su continuo ir hacia adelante tal cual reloj de la vida. Lo he cuidado como a un bebé, consolado  en sus momentos de angustias que fueron muchos, en su disparatado baile en las alegrías, en su devanado insistir ante la adversidad aún débil, en la fragilidad total, la más osada y obstinada: retomar el ritmo luego de detenerse por un largo tiempo tal que fue considerado fuera de uso.

Y siguió; baila a cualquier ritmo, no se detiene nunca, aquí está diciendo siempre presente, algo cansado, pidiendo una brisa de mimos los que le brindo por las noches. La paz nocturna le regala una quietud plena. Nuevamente hoy esperamos una ansiada primavera y su enemigo, el señor frío lo deje tranquilo.

Mis palabras son para tí corazón mío, naciste conmigo, juntos estamos, juntos partiremos quién sabe a qué espacio de lo desconocido, tal vez continuemos con nuevas aventuras sin detenernos jamás.


Seremos uno en un cielo azul perenne eternamente. Muy cerca de Dios.

Yolanda Ojeda
Luján.
08/09/2019

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