Cuando el dolor tocó a mi puerta.
La vida, ese misterio con todos sus interrogantes, en algún momento avasalló mi existencia dejándome en el más inmenso mar solitario, desprovista de recursos para responderlos. Todo se supera. Fue entonces, cuando creía que no podría afrontarlo, escribí en alguna parte lo siguiente: La búsqueda. Qué vacío había quedado mi corazón. Tanto te busqué, por años en los recónditos misterios de preguntas sin respuestas; en mi memoria infantil, en mis solitarios juegos a “la casita”; en el horizonte del llano sin futuro; en la edad de no entender la ausencia del abrazo, mucho menos al oír la palabra “señorita”, apenas con un puñadito de años que aparecieron trayendo más incógnitas. Te busqué… una larga búsqueda la cual me llevó a crearte en mi mente, más se convirtió en algo inalcanzable. Creciste en ella con toda la magnitud de una necesidad imperiosa hacia donde depositar la mirada. Te busqué en el espacio, en los cielos de los dioses, en el cielo de un dios, en las nubes con