Viernes Santo en Calchaquí.

Hace mucho tiempo, tanto, que apenas recuerdo a un pueblito de campaña llamado Calchaquí. Sí, lugar donde transcurrió mi infancia entre sueños fantásticos y cuentos que encontraba en cada objeto según esta mirada que tengo sobre las cosas; mucho más la fascinación por contemplar el cielo límpido de las mañanas; cada una tenía ese misterio siempre por descubrir en mi inocente curiosidad de niña solitaria. 

Era Semana Santa. La solemnidad se respiraba en el aire pueblerino, los adultos hablaban en voz baja, nosotros los niños debíamos "portarnos bien"; es decir, no correr, no reír, no hablar, estar quietos, y no recuerdo cuántos otros NO impuestos por los padres. según las costumbres de la época. 

Nuestra presencia obligatoria a la iglesia debía ser registrada desde el día Jueves Santo en que....... y así comenzaba la historia de aquél gran personaje que un día se convirtiera en Dios. El más potente recuerdo que tengo de esa semana sagrada, fue la última para mí. Los rituales se sucedían dramatizando los hechos antiguos. Yo miraba con cierto temor a las estatuas cubiertas con  lienzo color morado, mucho silencio, casi en la oscuridad total, los pasos apenas perceptibles indicaban la presencia de fieles ingresando. 

De todo lo que acontecía, no comprendía casi nada, con mis pocos años de edad solo quería escuchar el cuento que contaba un señor vestido en forma rara que ascendía por una escalera a un lugar alto desde donde hablaba, para contar que ese día, hace mucho tiempo, Jesús fue crucificado y agonizó terriblemente hasta morir para salvarnos... ¿De qué?

Sentí que se me estrujaba el corazón, estábamos en el mes de Abril, apenas cuatro meses atrás había nacido un niño con el mismo nombre en Belén, "... y se hizo hombre..." y lo crucificaron. ¿Cómo se le explica a una niña que un niñito que se portaba muy bien fuera castigado hasta matarlo?

Aún hoy me pone triste este día en particular. La humanidad no ha cambiado nada; en su esencia está todo y quiere más. Estoy tan solitaria como entonces, con ese Dios que tengo en mi alma del cual jamás me separé. Él lo es todo para mí, por eso será que nunca lo crucifiqué con malas acciones, pensamientos destructivos y muchas cosas malas según veo al pasar la vida. 

Algunas costumbres quedaron en mi diario vivir: como mirar el cielo permanentemente, hacer del silencio un estado natural, dejando en libertad a mi espíritu el cual se aleja por momentos a recorrer cualquier estado del universo.

En esa búsqueda espero encontrarlo y decirle simplemente: GRACIAS.


¡Felices Pascuas amigos!

Yolanda O.

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