No quiero decir adiós...

No quiero decirle adiós al idioma español.

En estos días, los últimos de Marzo, cuando ya iniciaron las clases en el país; se desarrolla un Congreso de la lengua. Hablo del idioma que hablamos, el modo de conectarnos con tantos millones de personas de habla hispana. Lo aprendí de mis padres cuando se denominaba el idioma materno.

Que todo cambia ¡SÍ! creo en la evolución de las cosas, la inteligencia aplicada a las mismas. 

Un ejemplo doy, es el más sencillo, ante la expresión: no me gusta Borges; quien lo expresa ni siquiera puede explicar el porqué; el motivo tambien es simple: no aprendieron idioma alguno; por lo tanto su capacidad de asimilar contenidos de la escritura se diluye en el accionar de un aparato diminuto que da respuesta automáticamente. Lamentablemente esa acción discapacita al cerebro a poner en movimiento la maquinaria que activa la lógica o razonamiento. 

Se trabaja mucho competitivamente a superar los avances tecnológicos buscando reemplazar el pensamiento por "Inteligencia Artificial". Si al final se consigue, la consciencia y todo vestigio de humanidad habrá desaparecido.

Por este motivo le digo sí a los escritos de Borges, me gustan por lo siguiente:

LOS ENIGMAS.

Yo que soy el que ahora está cantando
seré mañana el misterioso, el muerto,
el morador de un mágico y desierto
orbe sin antes ni despues ni cuándo.
Así afirma la mística. Me creo
indigno del infierno o de la gloria,
pero nada predigo. Nuestra historia
cambia como las normas de Proteo.

¿Qué errante laberinto, qué blancura
ciega de resplandor será mi suerte,
cuando me entregue el fin de esta aventura
la curiosa experiencia de la muerte?
Quiero beber su cristalino olvido,
ser para siempre; pero no haber sido.

Jorge L. Borges.
Leer me transporta a los tiempos antiguos, al recuerdo que tengo de –La Ilíada – Mitología griega – Los dioses del Olimpo. Etc.

Él menciona mucho a esos personajes fantásticos, filosofando sobre la existencia del ser. 

Seguiré transitando este día de otoño muy bello, en un mundo construido a mi medida, respirando un aire sin aromas, escuchando el bullicio de los pocos pájaros que quedan, extrañando de a poco la presencia de las golondrinas que emigraron al hemisferio norte y cuando digo golondrinas, recuerdo además las rimas de Bécquer. 

Es todo así en mi presente, el único tiempo que tengo. Lo disfruto aún en la añoranza de los tiempos en que hablar bien significaba hacer honor a nuestra forma de expresarnos correctamente.

Hoy saludo al idioma español, un afecto muy grande a todos los pueblos que lo hablan.

Para mis amigos: ¡LOS QUIERO!

Yolanda O.

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