Momentos de soledad.

Hoy, un día como otro cualquiera, cinco de la tarde, silencio en la ciudad. El cielo está gris, opaco, quieto; apenas llueve y esa lluvia parece tener como objetivo dejar caer alguna lágrima, recordando otra tarde como ésta. 

María está sola en su departamento. Tiene la edad de todos los tiempos, los que busquen, algo en su interior le informa que ya "esto lo vivió..." y queda poco para andar, el terreno se acaba, casi está en la orilla del mundo, un pasito más y habrá sido un hasta aquí, como en el cine: END.

¿Qué puede hacer en una tarde como ésta? Bueno, a ver, si, la caja con fotografías de hace mucho tiempo, las de blanco y negro, ésas que parecen venir de los libros de historia antigua y nos cuenta cómo era entonces la sociedad en los comienzos de vaya a saber en qué parte de los hechos de la familia del apellido tal de otro continente...

La casa de su infancia ya es antigua, construida por sus abuelos inmigrantes, allá en el pueblito Calchaquí; los que bajaron de los barcos, con sus baúles de madera pintados de color verde y grandes cerrojos;  algún que otro recuerdo de esa patria que quedó en otra parte del universo y la gran esperanza de fundar una hermosa familia. Pero... el tiempo pasa y ocurre esto:

Casi toda la familia se evaporó de su existencia y la casa quedó allí como única pertenencia de lo que para María, la menor de ocho hermanos,  fue vivir una infancia plena de historias las que decidió por fin escribirlas como constancia que alguna vez pasó por este mundo y ya no queda mucho tiempo para hacerlo; así que buscó material que documente sus relatos y comenzó así sin más.

Todo estaba en las cajas de recuerdos, las fotos, el cofre con las joyas de la familia, hasta los dientes de leche, tantas cosas más, buscando tambien cartas amarillas por el paso del tiempo, escritas con tinta azul, cartas siguiendo las costumbres de la época, un misal, un rosario, una cruz de bronce, cuadros de personajes desconocidos por los niños, pañuelos de seda natural, unos zapatitos extraños y tantos objetos de valor sentimental.

Comienza a escribir un borrador, le cuesta, hay vivencias que trastornan e impiden continuar, pero a la obra se dedica y así al fin inició su andar por el camino elegido.


Hoy vive sola en su departamento adecuado a sus inquietudes intelectuales, no tuvo familia, así que mucho sabe del dolor y el abandono, la enorme soledad que lastima a veces y se hace sentir, no hace mella en sus tomas de decisiones las cuales no le impidieron construir una vida interesante por los logros que la llevaron a ser quien es hoy.

Una bella mujer aun en sus largos años de lucha, no le permitió conocer otro mundo que no fuera el que la vida le tenía reservada: Educar. Fue su gran vocación de servicio y amor a la infancia que la llevó a intensificar estudios sobre la condición humana y todo lo que conlleva a comprender la psicología infantil.

Desde muy jovencita le gustaba  la escritura en los tiempos que no concurría a la escuela, con escasos cinco años, su papá, gran señor de la comunidad, le daba para jugar cuaderno y lápiz. A esa edad comenzó su "entrenamiento mental de concentración y observación" , una característica innata que magnificaba su imaginación haciendo de su mano pequeña el diseñador de historias fantásticas mediante trazos y dibujos que sólo ella podía poner en palabras creando cuentos, con finales felices.

La época le marcaba una conducta ejemplar para la sociedad; comenzando con la excelencia en educación, buenos modales, comportamiento perfecto, todo debía ser rigurosamente controlado porque el peso mayor lo llevaba en el apellido. -Fuerte ¿no?-

Su vida entera activa la vivió en soledad, la conoce por eso y son amigas. mas no importa, sus personajes son familia y ya sabrán porqué.
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Hoy he comenzado este relato que seguiré contando porque creo hará bien a quienes entiendan que a más dificultades, mayor es la gratificación de resolverlas y sentir el sabor del poder, el verdadero.

Hasta la próxima amigos.
Un abrazo
Yolanda O.

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