Un día cualquiera.

Solo el acto de prepararme para buscar el sueño de la noche, me hace pensar que un día como el que concluye no volverá repetirse.

 Ya está hecho y cosas pasaron, algunas insólitas, otras inesperadas, sorpresas, personas que no veía hace tiempo asomaron en instantes en alguna parte del horario reloj; un libro que encontré donde menos esperaba, una carta de mi padre escrita en tiempos difíciles me llamó a recordar cuánto amor sentía por mí y viceversa.

Dormir significa buscar un mañana y se vuelve así tantas veces como rotaciones ha tenido la tierra sobre su eje desde el momento de mi nacimiento hasta hoy. Un día más, diferente a todos, no puedo afirmar que fue similar a otros.

Despierto antes de lo previsto, los sonidos de la ciudad se hacen sentir indicando que la jornada ha comenzado, 

Seguramente será un devenir como tantos otros de un septiembre particular. No tengo muchas energías, el espléndido día de sol invita a disfrutar de la vida así que aspirar profundo el aire que acaricia los pensamientos y a poner en marcha el entusiasmo adormecido.

En fin, mi labor comienza.

Lo hago escuchando música instrumental, en mi haber imaginario se acumulan títulos y fantasías de todos los tiempos, mientras castigo el piso con trapos mojados, los seco y al momento ¡Brillan! parece mágico si pienso que son los mármoles de grandes palacios de cuentos. ¿Ven? Siempre regreso a mis tibios días de la infancia.


Esa sana costumbre de compartir.
Me tomo mi descanso para hacer unos ricos mates, luego llegará el desayuno mientras me actualizo con  las noticias y... ¡un llamado telefónico! ¿quién será? Una pregunta fuera de lugar si con solo preguntar disipo la incógnita. Número equivocado.

Debo tener todo en orden, por la tarde llegarán amigas llenas de conflictos sin resolver, en los cuales me involucrarán sin pedir permiso buscando una salida.

Otra vez a preparar mates y así... Esta costumbre es excelente para compartir y "hacer sociales". Las charlas se intensifican y dejan al desnudo confesiones que de otro modo no saldrían al exterior de los pensamientos. 

Contemplo que todo estará listo a tiempo y me quedarán minutos para una siestita. ¡Otra vez el teléfono! Justo cuando me relajo para dormitar. –¡Hola! Sí, ¿qué pasa? 

–Quedo perpleja.
No debí atender.  Una reflexión algo tardía. La llamada era para dar una mala noticia a alguien desconocido: número equivocado. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

En las aulas de otros tiempos.

Recordando: El patio de las glicinas

Para leer y disfrutar.