Analía, una historia para recordar.

Aunque ya lo relaté, hoy quiero traer, nuevamente aquélla historia que impactó en mis alumnos adolescentes en la actualidad luego de una exposición oral que dio lugar a un interesante debate.
¿Recuerdan a Analía?  La primera parte fue así:

 

Relatos
La historia de Analía

1ª Parte.

En el tiempo que transcurría como un suceso inquebrantable el caminar de la vida sobre las polvorientas calles del pueblo –a las que no habían  llegado los avances modernos de un asfalto- quedaban las marcas del rodar de carros, esos vehículos tirados por caballos que usaba la gente de campo  transportando historias tristes casi en su mayoría, esperanzadoras otras; muchos secretos bien guardados, sin motivos para darse a conocer-  algún hombre solitario montado en su caballo caminando sin apuro para llegar a ninguna parte. 

Vivencias que ofrecieron el reflejo de los espejos donde mirarse y tomar como un posible vuelo hacia la búsqueda libérrima del pensamiento humano en su aspiración de ser lo que quiere ser.

Esta historia que van a conocer, sucedió durante mi infancia.

Analía fue mi compañerita de clases en la escuela primaria, por tanto teníamos la misma edad, diez años, con una diferencia de tres meses, casi nada en realidad. La única escuela, nos reunía a todos los niños del pueblo en edad escolar, es por eso que dentro de ella éramos todos alumnos y compañeros de estudios, mucho más profunda la amistad envolvente haciendo de nuestra niñez el único cuento para narrar a las generaciones siguientes.

Ya había terminado el año escolar, pasó el mes de Diciembre con sus fiestas además de ingresar a un nuevo año y comenzado el verano junto a las esperadas vacaciones que implicaba un relajarse completo para nosotros los chicos que no teníamos las "tareas para el hogar" al menos hasta el mes de Marzo.

Hacía tanto calor esa tarde de sábado; recuerdo ese momento como si estuviese ocurriendo hoy. Como siempre jugaba sola en el jardín que abarcaba la esquina de casa cultivando mis plantitas preferidas, cuando el silencio del entorno lo interrumpió un sonido nada familiar: el de un  automóvil extraño, mucho brillo y color negro, despacio circulaba por la calle recién regada por el camión regador del pueblo; dobló en la esquina hacia la izquierda continuando hacia la otra calle y luego girando a la derecha, podía verlo sin problema porque la manzana enfrente estaba destinada a ser una "cancha de fútbol", totalmente sin nada, es decir, solo tenía los "arcos" enfrentados nada más.

En diagonal podía ver el ranchito donde vivía la familia Gonzalez, la casa de Analía, y muchos hermanitos. 


Su papá, un humilde trabajador de los obrajes (así llamados los lugares donde se cortaban árboles de los montes cercanos) parecía, por su actitud que esperaba a esta visita. Podría definir como fuera de lugar este suceso, ya que un coche de esa envergadura, no "encajaba" en el paisaje pobre de esa parte del pueblito.

Bajaron del coche un señor y una señora muy importantes por sus atuendos, él con traje y ella muy elegante, don Gonzalez los invitó a pasar. Quedé esperando un rato hasta que los vi salir a todos. Algo me decía que nada bueno ocurría allí; pues subieron al coche el matrimonio y Analía, algún bolso y el automóvil arrancó regresando por donde había ingresado rumbo a la ruta. 

Obligadamente debía pasar frente a casa, muy lento, mi corazón latía fuerte por no comprender qué ocurría, solo observé que mi amiguita querida lloraba, sentada en el asiento de atrás y me decía adiós con la mano, nunca olvidé esa mirada, la acompañé hasta donde pude con mis ojos asombrados, el silencio volvió al lugar cuando ese sonido se diluyó en la lejanía llevando consigo una parte inmensa de mi existir entonces.

El rancho de don Gonzalez pasó a ser recuerdo, con sus árboles quietos, como un nido hecho con adobe y paja construido con las manos del jefe de la familia. 

Mi padre me llamó al interior de la casa, quería hablar conmigo, me contó porqué no vería más a esta niña de diez años. La vida le ofrecía una gran oportunidad. Esto lo comprendería  muchos años despues cuando conocí la otra parte de la historia de una niña elegida por sus grandes cualidades. 

Para todos los que fuimos niños en esa época, nos serviría de ejemplo a seguir. 
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Así amigos, aprendí que vivir es una tarea enorme y tener éxito solo depende del propio esfuerzo. Lo único que tenemos como guía es el propósito que traemos cuando descubrimos el porqué estamos aquí.


Muchas gracias. Un abrazo gigante para todos.
Yolanda.




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