Estampas pueblerinas.

Algo así uniendo recuerdos con emociones y fantasías.


No fueron vanos mis años infantiles. Hoy rememoro aquellos tiempos cuando los padres diseñaban el camino que sus hijos debían recorrer sí o sí, prepararlos para enfrentar con sabiduría los momentos difíciles que seguramente debían vivir sea cual fuere su realidad futura.

Viajar hacia el inicio de cada historia es interesante, por ello lo relato. Recuerdo algunos nombres como Don Gonzalez, ¿Recuerdan? el papá de Analía, a Don Evaristo, quien todas las mañanas de domingo caminaba por el centro de la calle de tierra, rumbo a la "Estación" de servicio donde se desempeñaba como empleado, silbando su tanguito preferido rompiendo el profundo silencio que envolvía al pueblo descansando un recreo semanal, el diario doblado prolijamente debajo de su brazo izquierdo, su saco gris, al igual que un pantalón muy bien planchado por la patrona, lo denotaba la raya del doblez, zapatos negros, gastados por el uso, pero bien lustraditos con la pomada para zapatos que compraba en el almacén de papá; el momento preciso que pasaba por el frente de nuestra casa, en el reloj de pie, sonaban las siete campanadas, una por segundo. Don Fruto, a eso de las ocho de la mañana llegaba con  su carro cargado con tachos especiales para distribuir la leche a sus clientes, casi todo el pueblo, bajaba con un tacho pequeño y un jarrito de litro que llenaba y volcaba dentro del recipiente colocado en la ventana del patio jardín. Poco a poco distintos sonidos se mezclaban en el aire y todo el vecindario cobraba vida. Llegaban las horas de sorprendernos con lo que nos regalaría otro día de sol intenso de verano en Calchaquí.

Un abrazo.

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