La última Navidad en Calchaquí.

Es la misma sensación que tengo hoy día veintidós de Diciembre del año 2017. Viernes, mañana calurosa, es así, porque ayer comenzó el verano aquí en el sur.

 La realidad empuja a mi mente ingresar a otra dimensión en el espacio de la vida y permanecer allí por un tiempo hasta que...


Releyendo antiguos artículos, tengo un deseo de preservar al menos un poquito más aquélla Navidad, la última, que pasé en familia.

Recorriendo el camino de los recuerdos, me encontré de frente con el atardecer de un veinticuatro de Diciembre allá lejos en mi niñez.

Transcurrieron varios meses desde mi cumpleaños número doce. En Noviembre había completado la primera etapa de instrucción primaria, por lo tanto, mis padres iniciaron los trámites para mi ingreso al Instituto de enseñanza superior en la capital de Santa Fe. Significaría mucho cambiar el  estilo de vida "pueblerino" y pasar a tener otras experiencias en el escenario que ofrecía la ciudad. En ese tiempo era saltar al vacío, el desconocimiento total, ya que dejar la vida compartida con amiguitos, compañeros de escuela, la maestra, ¡Tantas personas conocidas! Sabores, aromas, sonidos etc. era cerrar la primera puerta de esa parte de vida tan difícil de olvidar: la infancia. 

Si debo contar cómo fui de niña, lo resumo en lo siguiente: no hacía preguntas, mi curiosidad la satisfacía observando a las personas, buscando en los libros o diccionarios. Hablaba muy poco, eso sí, me gustaba hacerlo correctamente con palabras nuevas, poco o nada conocidas en el decir cotidiano, era un juego para mí, algo que hacía enojar a mis hermanitos que no me comprendían; tambien cantar, leer y escribir, mucha imaginación para crear respuestas a los interrogantes; la edad de los "por qué" continúa en mí con otra faceta, pero sigue allí en un lugar de mi existir.

Como les decía, transcurría ese día de "Nochebuena" con todo un movimiento continuo de voces, apresuramientos para realizar tal o cual cosa, cada quien con una tarea, muchos preparativos para la cena... sí, gran cena; la fiesta de la familia. Reunión de todos los parientes, lo que me gustaba mucho era estar nuevamente con mis primos, con ellos habíamos ayudado a armar el arbolito, lo más bello de observar cómo había quedado era el "pesebre".

Los niños de entonces, creíamos, según la tradición del pueblo, que en la madrugada del cumpleaños de Jesús de Nazaret, Él traía regalos para nosotros como un gesto de amor por recibirlo con tanta dicha. Eso sería mucho despues del saludo entre todos.
Ante tanta algarabía cuando llegó la medianoche, al momento en que todos brindaban deseando una ¡FELIZ NAVIDAD! (Ahora lo sé) para mí sería el último brindis navideño en familia.
Nunca más la tuve, quedó allá muy lejos el sonido eufórico de las campanadas de la iglesia anunciando la llegada del Niño Dios abarcando toda la comarca y llenando de júbilo a cada familia en ése su lugar en el mundo. Adiós Calchaquí, gracias por todo lo bueno que me diste.
A todos ustedes queridos míos: ¡FELIZ NAVIDAD!

En cada rinconcito del corazón humano, una historia se ha escrito. Esa misma nunca será borrada, es la huella que dejamos para siempre. PAZ es todo.

Con amor:
Yolanda.

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