La riqueza de los poderosos.

El tiempo es un señor que siempre está apurado para llegar a destino. Lo que pase en su trayecto no lo distrae y continúa sin detenerse. Hace poco, en un programa de televisión. alguien dijo entre otras cosas, que había visto y hablado con algunas personas en situación de calle; lo que más recordó y le dejó marcas en su alma fue lo que alguien le dijo: "Veo pasar el tren de la vida y no puedo subir a él".
Son personas que lo han tenido "todo" y lo perdieron. Sin esas cosas que poseyeron alguna vez, solo son personas vacías que no descubrieron la verdadera riqueza que poseían.  En una ocasión, tuve la oportunidad de preguntarle a un señor que se ufanaba de todas sus posesiones en una cena de amigos, qué le pasaría si de pronto perdiera todo y solo se quedaba con lo puesto; su respuesta fue inmediata: "me pego un tiro". El silencio imperó por unos instantes. Este señor, me miró como esperando un comentario de mi parte y se sorprendió que lo mirara con pena. Por lo que usando mi pregunta  quiso saber qué hubiese pasado si yo no tuviese nada de lo que tenía según su visión de las cosas. A lo cual respondí: tengo muchas riquezas, muchas, siempre las tuve, ésas no las puedo perder, solo existe una posibilidad; espero que esté muy lejana.
El señor quiso saber qué riquezas eran ésas, las que con cierto cuidado las enumeré: vida, una gran autoestima, estudios, muy buena educación, voluntad férrea, idoneidad, respeto por mi existencia, por los demás, pensamientos propios, valores heredados, ésa sí es mi herencia recibida de mis padres, mucha fuerza de voluntad, nada temo, avanzo sin ambiciones con mucho cuidado, y algo que destaco: no me gusta el dinero. Amo a la gente, porque me tendieron una mano siempre y el pan que comí, me lo gané. Mas, por sobre todas las cosas, me hace feliz ayudar a los demás. -Señor, Ud. tiene mucho y no lo sabe, búsquelo, su capacidad de asombro saldrá a la luz desde lo más profundo de su entendimiento, entonces se sentirá orgulloso de sus "posesiones".
Como siempre, concluyo deseando que todos estén bien.
Señores, a ustedes que me leen: ¡LOS QUIERO!

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